La tristeza nos lleva a pararnos y conectarnos con nosotros mismos para restaurar nuestro yo interior. Cuando ya permanecemos más tiempo en ella no nos sirve para nada, sino que nos lastra.
La ansiedad es un síntoma de que algo no funciona bien dentro de nosotros por relación con nuestro entorno o con nosotros mismos. Es el momento de pararse a buscar qué es lo que nos provoca dicha ansiedad para darle la vuelta a la tortilla y volver a dominar la situación.
La soledad busca, sobre todo a primera hora de la mañana, nos ayuda a centrarnos en nuestro día, en nuestros propósitos, y buscar el mejor camino para conseguirlo en paz y armonía.
El estrés continuo nos destruye el sistema inmonológico. Pero hay un estrés bueno que nos permite reaccionar rápido ante una situación de crisis. Una vez pasada la crisis volveríamos al estado de calma, no a una situación estresante las 24 horas del día.
La ira puede ser positiva si nos lleva puntualmente a la autoafirmación, a la defensa de nuestro territorio, de lo que consideramos justo. Pero si se vuelve un estado permanente puede afectar a nuestro hígado, nuestro estómago y a nuestro sistema inmunológico.
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